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INTRODUCCIÓN GENERAL

 

Durante más de doscientos años, Madrid y Paris han premiado la traición. Sobornos, compras y regalos han sido instrumentos eficaces al lado del recurso a la violencia y el miedo, para intervenir en los procesos sociales del pueblo vasco. Los estados han cumplido y cumplen estructuralmente un papel protagonista en el desarrollo español y francés. En lo que concierne a Hegoalde, las estructuras estatales hispanas también han actuado de sostén permanente de las clases dominantes en los conflictos internos en su lucha contra los sectores menos favorecidos. El ejército y las fuerzas policiales siempre se han presentado para reprimir todas las expresiones de descontento y demás situaciones comprometidas.

Conocer la historia y los actos de cada fuerza política y las clases que las lideran es un requisito necesario para comprender cómo hemos llegado hasta aquí.

La actuación de la burguesía regionalista, la aparición del comunismo abertzale, la indiferencia del PNV durante el franquismo, el exterminio de los combatientes revolucionarios durante la guerra de 1936 y en la dictadura, las prisas posteriores por subirse al carro institucional del autonomismo vasco, el abandono de Iparralde, la aparición de ETA...  todo ello forma parte de la historia  por la supervivencia de un pueblo que se resiste a su extinción, de la lucha de clases en Euskal Herria.

Atrapados por deudas bancarias, necesitados de poltronas, dinero y lujos, corruptos y podridos hasta la médula, los partidos reformistas sienten vértigo ante la verdad histórica. Para ellos es una fosa llena de cadáveres y culpabilidades. La extinta EE es un ejemplo modélico.

Estas fuerzas que hoy hablan en contra de ETA intentan disimular la verdad del enfrentamiento que dura dos siglos entre Hegoalde y el estado español por un lado e Iparralde y la opresión francesa por otro. De una forma u otra en el conflicto a través de las claves que con su contradicción definen el presente de este pueblo.

                                                     

EUSKAL HERRIA Y LAS FUERZAS HISTÓRICAS DETERMINANTES

El empuje socioeconómico capitalista en tierras vascas presenta tres fuerzas históricas determinantes:

  1. Su doble vertiente de desarrollo, interior y exterior.
  2. La estructura militar de los estados español y francés, sus ejércitos como fuerzas de choque empeñados en la construcción de la españolidad y el jacobinismo.
  3. La lucha de clases entre vascos, es decir, el choque entre proyectos nacionales y sociales antagónicos.

Las tres claves citadas, centrales en nuestra historia como pueblo se relacionan de forma específica en las distintas épocas a través de la resistencia de Euskal Herria a los estados ocupantes y la del pueblo trabajador explotado.

Las tres fuerzas responden a dos intereses globales enfrentados. Son en esencia, las líneas históricas de la contradicción mundial:

  1. De un lado, el conjunto de fuerzas burguesas, con su bloque social de apoyo y sus estados e instrumentos de poder.
  2. Del otro, el conjunto de fuerzas populares que resisten a la agresión y desean construir un país nuevo.

El primero pivota alrededor de los estados, de sus dinámicas político-económicas y político-militares, de sus mercados. Ha asumido como propia la distribución territorial, la lengua y la cultura de sus respectivos proyectos estatales e imperiales. El segundo bloque se ha centralizado en la conciencia nacional y de clase, en un proyecto de futuro y de supervivencia como pueblo específico.

Estas son las líneas generales de análisis bajo los que enmarcamos el proceso revolucionario vasco, proceso que denominamos "Experiencia vasca al socialismo".

Frente al mito de los que creen que la lucha revolucionaria vasca nació con ETA, la historia de la lucha de clases en el solar vasco se encarga de situar a los comunistas abertzales de la década de los 20 a la vanguardia del pensamiento y el deseo detodo un pueblo por su  liberación nacional y social. Será ETA posteriormente, la que recogerá, perfilará y dará continuidad definitivamente al proceso abierto en los años 20 desde otros parámetros,, reflejando los nuevos condicionantes económicos, sociales y políticos que se abrieron tras la derrota militar de 1936-1939.

ESBOZO DEL PRIMER COMUNISMO ABERTZALE. ANTECEDENTES  HISTÓRICOS

Los primeros pasos del comunismo abertzale no pueden ser aislados del contexto histórico y de las contradicciones sociales que caracterizaban los acontecimientos internacionales y vasco, allá por los años 20. La herencia de la derrota carlista, la eliminación de los últimos derechos forales y la consiguiente y rápida industrialización marca un antes y un después en la formación social del Pueblo vasco.

El paso del Antiguo Régimen foral a la Euskal Herria moderna es un trayecto largo y duro. Un proceso protagonizado por la  imposición de nuevas formas de la propiedad, de una inmigración masiva y el desarrollo acelerado de las fuerzas productivas que provocan la aparición de un proletariado que se asienta en una irracional urbanización con sus efectos degradantes del entorno que sustituye progresivamente al  mundo rural vasco.

Toda la transformación económica, social y política está dirigida por la gran burguesía vasca. Este sector se va a convertir en la naciente oligarquía, protagonista de la construcción del nacionalismo económico español, el potente y necesario dinamizador del moderno estado de la Restauración quien,  a la vez que sus dos enemigos históricos, el movimiento obrero revolucionario y el nacionalismo vasco inicial, protagonizan el surgimiento de la nueva sociedad vasca.

La pequeña y mediana burguesía, foralistas ambas, allá donde se sostuvo con pocas ataduras estatales derivó hacia  el nacionalismo de corte independentista. Por el contrario, donde esas mismas clases eran débiles, se mantuvo el carlismo. Se produjo así una ruptura económica y político-social entre Bizkaia y Gipuzkoa por un lado y Nafarroa y Araba por otro. Iparralde queda abandonada a su suerte, condenada a la emigración y a la más absoluta marginalidad.

La gran burguesía se caracterizará por su renuncia a la construcción de un estado propio, su implicación en el apuntalamiento del deficiente proyecto de estado-nación español y del francés y por la utilización del apoyo militar y policial español para combatir al movimiento interno rebelde protagonizado por su contrario social, la clase obrera vasca que emerge de entre las fábricas y los talleres, de entre el hierro y los hornos. El paso de los años iría amortiguando el recuerdo de las carlistadas y consolidando la integración vasca en España, dentro de la que figuraba el propio PNV, cada vez más dominado por la gran burguesía que se encarga de orientar el independentismo inicial por una lucha hacia la autonomía para proteger sus intereses de mercado dentro del marco español.

La inserción de la economía vasca en el sistema de intereses de los aliados durante la Iº Guerra Mundial,  con la consiguiente aproximación a los autonomistas catalanes en defensa del capitalismo, pareció sellar el triunfo de la vertiente moderada de la gran burguesía regionalista en Euskal Herria pero la Pascua sangrienta de Dublin marcaba una divisoria entre el nacionalismo burgués autonomista y las fuerzas sociales emergentes empapadas de miseria y sufrimiento. El levantamiento insurreccional irlandés dirigido por James Connoly dejaba una huella imborrable en Euskal Herria (el que fuera más tarde histórico dirigente comunista, Jesús Larrañaga, tuvo que exiliarse en 1922 a Bokale a tras publicar un artículo en solidaridad con la causa irlandesa durante su militancia inicial en Jagi-Jagi). La escisión Partido-Comunión (1916) traza la línea que explica las circunvalaciones del nacionalismo vasco. Así nacerá  el Jagi-jagi de Eli Gallastegi y Trifón Etxebarria que compaginan el radicalismo nacionalista inicial con el progresismo, como se manifiesta en las alianzas puntuales con los primeros comunistas vascos.

El retorno a la “Euzkadi de la libertad” perdida en 1839 como perspectiva en el primer  nacionalismo, junto con  el componente burgués foralista de algunos de los primeros nacionalistas ( Sota y el grupo de los euskalerriacos) marcarán, con el contrapunto del posibilismo, la historia del movimiento nacionalista que se moverá en la dialéctica entre el radicalismo aranista mantenido por Luis Arana y el oportunismo de Sota y Kizkitza que aportaron al partido, junto a su revista y medios electorales, un pragmatismo que cuestiona la utopía independentista.

En 1923 triunfó el golpe de Primo de Ribera entre los aplausos de las clases privilegiadas. Para entonces el nacionalismo burgués que ya se había dividido, fragua en su seno la futura escisión de 1930, con la creación de Acción Nacionalista Vasca (ANV).

Así, como en el resto de Europa occidental, en la Euskal Herria de la época se venía conformando, de una manera muy inicial, una ideología que combinaba el anti-capitalismo y la conciencia de pueblo específico con el derecho de autodeterminación como bandera. Su primer intento de plasmación política fue el Partido Republicano Nacionalista Vasco de 1911. Este partido (PRNV) fue una formación abertzale de corte laico y republicano como alternativa al nacionalismo conservador y católico del Partido Nacionalista vasco. En contraposición al lema jeltzale, el suyo fue “Patria y Libertad”.

Fundado el 1 de enero de 1911 con Francisco Ulacia al frente, quien también fundara el Partido Nacionalista Liberal Vasco en 1909, tuvo una vida muy efímera pues se disolvió en 1913. Tomó como modelo a seguir a la Unión Federal Nacionalista Republicana que en mayo de 1910 obtuvo una gran victoria en las elecciones municipales de Cataluña.

Ya en 1930, se crea Acción Nacionalista Vasca (ANV) que nació a partir de un grupo de personalidades del nacionalismo vasco como Luis Urrengoetxea, Anacleto Ortueta, Tomás Bilbao y Justo Garate entre otros, quienes realizan el Manifiesto de San Andrés con el que fundan el partido en 1930. El partido, de carácter laico, republicano y socialdemócrata giró a la izquierda durante el bienio radical-cedista definiéndose anticapitalista e independentista.

Durante la guerra civil española ANV apostó por la república y organizó cuatro batallones de voluntarios que combatieron en el bando republicano como parte del Ejército Vasco. Formó parte del Gobierno de Euzkadi de José Antonio Aguirre, así como del gobierno español de Juan Negrín.

Implantada la dictadura franquista, ANV apenas tuvo actividad en el exilio, manteniendo su puesto en el Gobierno Vasco de Agirre y de Leizaola posteriormente.

Precursores y organizaciones

Pero fueron las primeras agrupaciones abiertamente comunistas las que comienzan a recoger en su seno ideológico y en sus programas políticos la idea de la liberación del Pueblo vasco junto con la defensa de postulados revolucionarios y socialistas. A la vez que se ha iniciado un proceso de creación de una organización vasca, en los debates iniciados en las revistas Bolchevismo y Euskadi Roja por Aranaga, Zapirain, Astigarrabia... (¿Inducidos por el debate Maurín-Nin?), la Internacional Comunista en carta de su portavoz Manuilsky, plantea que "el objetivo del Partido Comunista es el de crear sobre las ruinas del Estado español la libre federación ibérica de repúblicas obreras y campesinas de Cataluña, Vasconia, España, Galicia y Portugal". De la mano de gente como Facundo Perezagua, que abandonaba el PSOE a raíz de la Revolución de Octubre, viene funcionando la Federación Vasco-Navarra precedente del Partido Comunista de Euzkadi aparecido ya formalmente en 1935 como una organización comunista nacional y de clase. Figuras comunistas del PCE como Jesús Larrañaga, Astigarrabia, Urondo, Zapirain, Aranaga (Jeiki), Asarta... son fundamentales para la evolución del proyecto de liberación nacional en clave socialista. Así en palabras del propio Larrañaga se afirma que:

“Nosotros los vascos, propugnamos la autodeterminación de nuestra patria pero no somos nacionalistas, somos internacionalistas; nosotros los vascos, hemos luchado mucho, y, cuando, con grandes clamores lanzabamos nuestro grito de Gora Euzkadi Azkatuta!, ¡Viva Euzkadi libre! a la faz de las castas militares y de los pretendientes españoles, lo hacíamos en son de guerra, en son de pelea, con la pretensión de arrancar a nuestro pueblo de la opresión imperialista del Estado español.”

Es el Partido Comunista de Euzkadi el primero que, desde su posición revolucionaria, plantea el derecho de autodeterminación para Euskadi. Y será el Partido Comunista de Euzkadi el único que nunca cese de luchar por la libertad y el socialismo en Euskadi, en la República, la Guerra, la clandestinidad y el Maquis.

La clase obrera vasca demostraba, a través del PCE, que era la única clase verdaderamente nacional, cuyos intereses coinciden con los generales de "Euzkadi", mientras otros partidos traicionaban a cada paso a esa patria de la que tanto se les llenaba la boca.

Paralelamente al PCE (comunismo mayoritario) caminaba otra formación comunista más modesta denominada POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), cuyos máximos representantes son los hermanos Arenillas. Uno de ellos, José Luis, destacó como teórico. Fue médico de una cooperativa de pescadores de Bilbao y  uno de los dirigentes de la Izquierda Comunista de España en Euskadi. Autor de varios ensayos sobre la cuestión nacional vasca, colaborador de “La Batalla” fue miembro del Comité Central del POUM y al inicio de la guerra de 1936, organizador de la primera columna de milicias salida de Bilbao.

En Septiembre de 1934 en su obra “El problema de las nacionalidades en Euzkadi” escribe:

“…Cuando los progresos del capitalismo vasco iban forjando la necesidad de crear un Estado propio, la burguesía vasca, preocupada en resistir al proletariado y en dominar sus rebeliones, incrementó el poder de las autoridades centrales con el propósito de abatir el poder creciente de la clase obrera. El proletariado suponía una amenaza a su seguridad social y era un atentado a la tranquilidad necesaria para desenvolverse libremente, y la burguesía vasca consentía en mermar su potencialidad política con tal de conservar su predominio económico.

Dialécticamente considerado, el concierto económico representa el reconocimiento de las aspiraciones de Euzkadi a su soberanía, y, a la vez, es la primera traición del nacionalismo clásico a los intereses históricos del país vasco como particularidad nacional. Al pactar este compromiso, la burguesía vasca cavaba su propia fosa. El nacionalismo burgués, producto del cálculo, dejaba de existir como fuerza social capaz de lograr la liberación de Euskadi, y sólo esperaba la presencia de las fuerzas que habían de darle tierra para edificar sobre sus restos mortales el nuevo movimiento emancipador, la vía por la cual se llega a la liberación de los pueblos oprimidos y a la emancipación del trabajo y de los trabajadores.”

Otros artículos de José Luis Arenillas también se centran en el debate respecto a  la cuestión de la liberación nacional del Pueblo vasco: “La lucha de clases en el movimiento nacionalista vasco” (La Batalla nº 5, 11 de octubre de 1935), La liberación nacional de Euzkadi debe ser obra de las masas oprimidas” (La Batalla, nº 14, 13 de diciembre de 1936), El problema nacional de Euzkadi” (La Nueva Era nº 1, enero 1936). En realidad, Arenillas  volvía a retomar la idea de Maurín (dirigente del POUM) sobre la emergente fase del proletariado como vanguardia del proceso de liberación nacional asumido por los comunistas vascos.

Iniciada la rebelión militar en África, la guerra se extiende por toda la Península. La violencia franquista fue la de quienes habían visto peligrar su poder en 1931. La guerra de 1936, como las dos carlistadas, sería a la vez una guerra civil entre vascos y a su vez de resistencia nacional frente al ejército español.

LA GUERRA DE 1936. CONSECUENCIAS

La guerra de 1936 había creado notables dificultades al nacionalismo y también al comunismo vasco. Tuvieron ambos que aceptar alianzas con fuerzas políticas a las que siempre habían combatido. La diferencia entre las fuerzas izquierdistas y nacionalistas, pese a la hegemonía del PNV, impidieron la necesaria unidad estratégica.

Cuando el Gobierno vasco se desmoronó, anticipando la suerte que correría la República española,  Euskal Herria entraba en una larga noche, no sólo por la derrota militar y el fin de la incipiente autonomía, sino por la persecución que el Régimen franquista iba a desplegar en todos los planos, político, social, cultural... La rendición de Santoña reveló claramente y sin máscaras, la incapacidad de la clase burguesa vasca para liderar y defender un proyecto nacional propio, así como la ineptitud política del Gobierno vasco para estar a la altura de las circunstancias.

Mientras, la estructura organizativa y militante plasmada en 17 batallones (segunda fuerza armada tras el PNV) que representó el dirigente comunista Jesús Larrañaga Txurruka “Goiherri” y todo el PC de Euzkadi, convirtieron a este partido en el más bravo defensor de Euskal Herria en los campos de batalla de 1936 a 1939. Posición fundamentada en el marxismo-leninismo y en la crítica que realizó la Internacional Comunista en 1931 que fue el resultado de un debate y práctica militante de los camaradas vascos y de la estrategia de la Internacional comunista asumida por el Partido Comunista de España para que abandonase la línea anti-leninista, españolista y de negación del derecho de autodeterminación que venía siguiendo:

“La situación presente, en la cual la lucha nacional de Cataluña, Vasconia y Galicia se ha convertido en uno de los factores más importantes del desarrollo de la revolución democrática española, crea el deber al Partido de operar un viraje serio en su política nacional... el Partido debe propagar por todo el país el derecho de Cataluña, Vasconia y Galicia a disponer de ellas mismas hasta la separación. Debe defender este derecho con gran energía ante los obreros de España, para destruir su mentalidad hostil al nacionalismo catalán, vasco y gallego. En Cataluña, Vasconia y Galicia, los comunistas deben hacer comprender a los obreros y campesinos la necesidad de su estrecha unión con los obreros y campesinos revolucionarios de España para llevar con éxito la lucha contra el imperialismo español, desenmascarar las vacilaciones de los nacionalistas, llamando a las masas a usar libremente de manera absoluta de su derecho de disponer de ellas mismas hasta la separación...”.

La guerra y la consiguiente represión de la dictadura militar, trunca el proceso histórico abierto que había iniciado el comunismo abertzale. La resistencia antifranquista, fundamentalmente comunista, en parte condicionada al éxito aliado en la Segunda Guerra Mundial, junto con acciones armadas heroicas de relativo éxito centran toda la actividad de la nueva etapa en clave de resistencia pero será el propio PC de España el que se encargue de finiquitar sobre todo a partir de 1944.

Franquismo y nacionalismo vasco. El exterminio del comunismo abertzale

La dictadura copa todo el tejido social y político. Sin embargo a largo plazo, para la burguesía regionalista la situación fue un momento de orden social. La familia y la iglesia seguían en pie como agentes de socialización y en esos ámbitos, el nacionalismo podrá mantener su hegemonía.

Si la gran burguesía tuvo las manos libres, también fue esto así para otras fracciones burguesas. En la pequeña y mediana empresa se movía con relativa comodidad, en privado y a escondidas, el nacionalismo vasco pero enriquecido igualmente en público con la explotación facilitada por el respaldo de los fusiles españoles. Esta situación no era un hecho extraño en la historia del Pueblo vasco.

En este sentido, la burguesía vasca fue en sus comienzos comercial, luego minero-industrial tras la segunda victoria militar en 1876. Convertida más tarde en gran burguesía financiero-industrial, proyectó la construcción del Estado español para beneficiarse del giro proteccionista que éste le proporcionó a finales del siglo XIX comienzos del XX y gracias posteriormente al aval de la sublevación militar en 1936 afianzaba su poder. El pactismo entre la gran burguesía vasca y el Estado español se prolongó durante décadas de dictadura, incluso se reforzó cuando en 1959 la gran burguesía desplazó, con el llamado Plan de Estabilización, al bloque de clases medias organizado alrededor de la Falange.

La historia del capitalismo en Hegoalde exige tomar en consideración no sólo de la presencia del Estado, sino también del efecto del colaboracionismo y devastador de una burguesía que ha jugado a dos bandas sin por ello verse acomplejada a la hora de actuar en claves políticas abertzales.

En el plano internacional, la dictadura militar es apuntalada progresivamente por EEUU en su común lucha contra el comunismo, que acaba siendo reconocida como parte del nuevo orden internacional y ante la incapacidad de una oposición que duerme en sus cuarteles de invierno (PSOE y PNV) o en la lucha en clandestinidad despegada de todo apoyo popular.

Mientras, los comunistas abertzales proseguían su combate más allá de las fronteras del suelo euskaldun dadas las condiciones de enfrentamiento inter-imperialista. En los distintos escenarios de guerra, los comunistas vascos son ejemplo de entrega y coraje. La segunda conflagración mundial se desataba con toda su furia. La contienda de 1936 en la piel de toro sólo sería un pequeño preámbulo de lo que sucedería en Septiembre de 1939.

A partir de este momento lo que sobrevive del comunismo abertzale es prácticamente exterminado, no sólo  en los campos de batalla o en la cárcel. La derrota militar de 1939, el asesinato posterior de Larrañaga a manos del franquismo y la desaparición de la Internacional Comunista, que tan sana tarea de vigilancia leninista ejercía permitió a la dirección del Partido Comunista de España, monopolizada por Carrillo a partir de 1944, la liquidación leninista, comenzando por la eliminación de dirigentes carismáticos del maquis y de la dirección del Partido Comunista de Euzkadi que se había declarado Partido nacional independiente. El españolismo dividía a clase obrera vasca de nuevo.

Desaparecida la cuestión social de la lucha por la emancipación nacional vasca se elimina de facto la vertiente revolucionaria del proceso de liberación. Los únicos referentes de la patria se encuentran ahora entre las filas del nacionalismo tradicional, pero la inactividad de la burguesía vasca durante la dictadura del General Franco, esta especie de desfase entre la capacidad del nacionalismo moderado y su actuación opositora, es lo que estará en la raíz de la disidencia que dará lugar a la aparición de Euskadi Ta Askatasuna. El punto de partida lógicamente es la crítica al PNV pero sin por eso romper del todo el cordón umbilical con el sabianismo. Los reproches al Partido Nacionalista Vasco carecen de aspectos ligados a la clase social y ponen el énfasis en cuestiones culturales, de definición del "ser vasco" y en la justificación del empleo de vías armadas para la consecución de la libertad nacional.

La propia actividad en el terreno práctico contra la dictadura franquista, la clandestinidad, el movimiento obrero y las influencias ideológicas externas marcarán en el futuro cercano el desarrollo de una organización que desplegará un proyecto político-militar sin parangón en la Europa occidental.

 -SEGUNDO BLOQUE-

 

DE LA DERROTA A LA ESPERANZA

 

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