Nadeshda Krupskaya: mucho más que la compañera de Lenin

MUJERES REVOLUCIONARIAS
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“La” Krupskaya dedicó la mayor parte de su vida a trabajar junto a Lenin, y después de su muerte a rememorar su obra. Desde que se conocieron y enamoraron en 1894, apenas si se separaron. En el exilio, en la lucha política, en la elaboración teórica, en las actividades revolucionarias, etc., Nadja hizo su propia aportación --en cosas tan sencilla como preocuparse en qué comer, y en otras cuestiones igualmente prosaicas--, al tiempo que complementó a Lenin con una fidelidad que rayaba la adoración. Sin embargo…su vida junto al "Ieninismo" (1) no le impidió ser una de las primeras voces en oponerse contra la manipulación de este concepto. Así por ejemplo, escribió poco después de la muerte de su compañero: "Pienso que carece de objeto clamar aquí que esto o aquello es el verdadero leninismo. He vuelto a leer hace pocos días los primeros capítulos de El Estado y la Revolución. Escribía: `Ha habido casos en la historia en los que las enseñanzas de los grandes revolucionarios han sido adulteradas tras su muerte. Han sido convertidos en iconos inofensivos, pero al honrar su nombre se ha achatado también la punta revolucionaria de su doctrina. En mi opinión, esta cita llena de amargura nos obliga a no esconder tal o cual concepción personal con la etiqueta del “leninismo", pero también considero que todas estas cuestiones deben de ser examinadas en su verdadera esencia..." (2).

Nadja había nacido en San Petersburgo en 1869. Sus padres eran de origen noble, pero habiéndose quedado huérfanos desde muy pequeños carecían de fortuna. El fue militar y ella institutriz. También hicieron su labor contra el zarismo; ella creció en un semillero de ideas revolucionarias. Por su casa pasaron gente de todas las tendencias oposicionistas. Nadja pudo estudiar para maestra con muchas dificultades y desde muy joven entró en un círculo marxista ilegal y organizó la propaganda socialista entre los obreros a través de las escuelas nocturnas de alfabetización. Tomó parte, en la creación de la Unión de Lucha para la Liberación de la Clase Obrera, allí fue donde conoció a Vladimir Illich, el principal animador del grupo junto con Martov y Petrosov. Detenida con ocasión de las huelgas de 1896 pasó seis meses en prisión y fue después deportada por tres meses. En esta época ya Lenin le escribía cartas de amor. Poco después se casaron en Siberia por la Iglesia, porque esta era la única forma posible de hacerlo.

En 1901 se trasladó al extranjero y siguió desde entonces cada uno de los pasos de Lenin como su más firme colaboradora. Todos los testimonios la recuerdan como una mujer acogedora y valiente, preocupada por evitar a Lenin toda preocupación doméstica y económica, trabajadora incansable que lleva la correspondencia con el interior, organiza los contactos, traduce textos y sirve a Lenin en sus actividades de publicista. Siempre en segundo plano, su papel resulta en ocasiones indispensables. Como secretaria de la primera Iskra era la que mantenía los hilos con la militancia clandestina y esto la convertiría en una pieza clave en la organización de la fracción bolchevique después del cisma de 1903, y sobre todo, tras el reflujo que sigue a la revolución de 1905-06, cuando la desmoralización y la represión dejaron al grupo bolchevique desmantelado. Nadja permaneció en Rusia entre 1905 y 1908, siendo procesada en ausencia por tres motivos, todos ellos "subversivos" por supuesto.

Retorna a Rusia en el famoso "vagón blindado'" y milita en el proceso revolucionario en el campo de la enseñanza, destacando su intervención en el barrio rojo de Vyborg. Secretaria del CC, elegida para la dirección de la Duma, se ocupará tras la revolución de Octubre de la instrucción como miembro del comisariado de este sector. También participa en la organización de mujeres --aunque sus ideas al respecto no son más avanzadas que las de Lenin--, o sea las propias que imperaban entonces en la Internacional Socialista cuya máxima representante femenina, Clara Zetkin, fue una amiga que mantuvo una intensa correspondencia con Lenin, así como de las juventudes y de los pioneros. Vive con Lenin en el Kremlin como una modesta familia obrera que a veces no tienen nada que llevarse a la boca; no gozan de ninguna ventaja material. Rehuyen los homenajes y las exaltaciones, por modestia y porque están convencidos de que se trata de una deformación política. En una autobiografía escrita en aquellos años, Nadja concluye con toda sencillez: "Consagré toda mi vida, a partir de 1894, a ayudar a Vladimir Illich Lenin en su trabajo, en la medida de mis posibilidades". Sin embargo, a pesar de esta actitud de total subordinación, no hay en Nadja ninguna ofuscación personal o partidista, ningún reclamo personal, se trata sencillamente por su parte de un servicio a la revolución.

En esta autobiografía titulada justamente, Mi vida con Lenin (3), no se encuentra ni una sola línea en, la que el papel de Lenin sea desorbitado o que sus adversarios sean mirados con malos ojos. No hay ninguna voluntad de "arreglo" para cualquier historia oficial, es que ni tan siquiera se le ocurre. Tampoco hay enjuiciamiento crítico hacia Lenin, pero esto es más fruto de una identificación plena que de otra cosa. Con su dominio de la pluma --una pluma que indudablemente ha aprendido a escribir con sencillez en la línea de los maestros de la literatura rusa--, Nadja describe con emoción las vicisitudes de su vida que solo se entiende al lado de Lenin y en el cuadro del bolchevismo ruso. El libro nos ofrece sin embargo una imagen relativa e incompleta, no en vano está escrito y publicado en 1934 en la URSS, en plena época estalinista, cuando hacía ya tiempo que no tenía vida propia, y se limitaba a cumplir con los imperativos de Stalin.

La actitud didáctica de Krupskaia se pone de manifiesto en toda la narración en la que se esfuerza en dar a conocer a las nuevas generaciones, que no habían vivido aquella época, las características que constituían la personalidad del más importante forjador del Estado soviético. Pero para mostrar tales características no pone el énfasis en hechos gloriosos sino en su origen: el método de análisis y trabajo de Lenin (a los que incluso dedica un apéndice); sus relaciones personales y políticas, que muestran las cualidades humanas que éste apreciaba en primer lugar; el lugar primordial que le concedía a las aportaciones del pasado, tanto del pensamiento político como de la cultura en general. La actitud pedagógica de Krupskaia es explícita en muchos casos: recuerda un trabajo de Lenin, "A los campesinos pobres", escrito en Londres en 1902, pero no como para ponerlo como ejemplo, como texto sagrado, sino para resaltar la urgente necesidad de que se estudie el problema agrario ruso de esos años (1906). La autora intenta remarcar, más incluso que la obra de Lenin, los principios que la informaban. Por ello su libro resulta desmitificador.

Al situar Recuerdo de Lenin en el contexto histórico-político en el que fue escrito (la URSS de 1926), el libro se nos revela como un documento que ayuda a conocer los derroteros por los que transitó la Revolución de Octubre. Es significativo en tal sentido el hecho de que la obra tuviera que enfrentarse con problemas de censura antes de salir al público (Stalin la retuvo hasta 1930). Estos incidentes se explican ya que Krupskaia habla de una serie de personajes, viejos bolcheviques y mencheviques, en un tono elogioso y de simpatía, habla del afecto que Lenin sentía por muchos dirigentes que como Martov y Trotsky (por citar dos ejemplos), fueron luego considerados como contrarrevolucionarios por la “nomenklatura”. Por otra parte, Krupskaia da la imagen de un Partido que funcionaba de forma totalmente distinta al Partido de 1926.

Hay un episodio que se sitúa en julio de 1917, el día 7 de dicho mes. Los Lenin ya están en Rusia con todos los revolucionarios. Las cosas no van demasiado bien, no están claras; los bolcheviques pueden ser desbaratados de un momento a otro. Y he aquí cómo reacciona Lenin y cómo lo cuenta su mujer: "El día 7, María Ilyinishna (la hermana de Lenin} y yo fuimos a visitar a Illich a casa de Alliluev (el futuro suegro de Stalin). Illich sufría un momento de flaqueza; estaba convencido de que debía entregarse a las autoridades y comparecer ante el tribunal, y aunque María Ilyinishna le objetó violentamente, me dijo: "Gregor y yo hemos decidido entregarnos, ve y díselo a Kamenev". Kamenev se hallaba en otro piso muy cerca de allí. Me preparé enseguida para irme. "Dígannos adiós", dijo Vladimir Illich abrazándome, "no nos volveremos a ver". Fui a ver a Kamenev y le entregué el mensaje de Ilich. Hacia el anochecer, el camarada Stalin y otros le instaron para que no se entregara y al final consiguieron convencerle; de esta forma le salvaron la vida".

Existe un segundo aspecto del libro que tiene un interés por sí mismo: la forma literaria en que está escrito. Krupskaia utiliza una técnica narrativa de indudable calidad, consigue darle a la narración una gran amenidad, una enorme vivacidad pese a lo árido del tema. Hace un retrato de Lenin muy vivaz, a base de pequeños detalles, sin aseveraciones ni calificativos. Hay retratos de otros personajes del primer marxismo ruso como Martov, Zasùlich, Plejanov, etc., que tienen una gran calidad. Por otra parte, aparecen temas casi insospechados, como el literario: la afición de Lenin y la propia Krupskaia por la literatura, no sólo por los clásicos (Turgueniev, Tolstoi) sino por autores contemporáneos como Jack London. A Lenin le entusiasma la pequeña narración titulada La lucha por la vida); opiniones sobre las nuevas corrientes literarias y sobre jóvenes poetas como Maiakovski, muy respetados por Lenin. aunque no gustase de su obra.

El tono, humilde y tierno, de Krupskaia la forma en que hace de Lenin el epicentro de la narración (incluso con relación al PODRS), nos conducen a una doble observación. La primera sería, tal como se apunta muy correctamente en la nota editorial, el papel secundario, auxiliar, que asume Krupskaia frente a Lenin, su compañero; sólo su relación personal con Lenin parece ser lo que le da un valor propio. La segunda observación será de carácter histórico-político: el libro nos muestra el proceso de mitificación que se estaba produciendo en torno a la figura de Lenin, que Krupskaia, por su parte, intenta combatir. No cayendo en la desorbitación, intentando reducir el significado del leninismo palabra surgida después de la muerte de Lenin en 1924- a principios ideológicos esenciales.

Todo indica que entre Lenin y la bolchevique de origen francés, Inessa Armand, existió cuando menos una relación platónica, que si no dio un paso más allá fue bastante probablemente por el ambiente neopuritano en que se desenvolvía el socialismo en general y el bolchevismo en particular, solo cabe recordar como la actitud mucho más libre de Alexandra Kollontaï fue utilizada contra ésta. Nadja se limita a contar como Lenin se alegraba particularmente cuando Inessa les visitaba, e ignora todos los comentarios y sugestiones al respecto Todo parece indicar que, fuese lo que fuese, él tenía un concepto muy estricto sobre la fidelidad y estaba, sino enamorado, si profundamente identificado en su compañera, una persona en la que tenía toda la confianza. Es la vida de ella, sin embargo no aparece ni la menor indicación de haber siquiera pensado en sí misma.

Cuando la famosa escultora británica Clare Consuelo Sheridan le preguntó a Lenin por qué todas sus secretarias eran mujeres, éste le contestó secamente que los hombres estaban en la guerra. Pero no era ésta la razón. Estaba habituado a ello a través de su mujer y de otras mujeres que hicieron con ella revolución y encontraba en ellas ternura, admiración y fidelidad. Su primera secretaria, Lydia Fotieva, fue, además de secretaria, su enfermera y confidente. Es una persona imprescindible para comprender a Lenin Junto a ella trabajaban Nadeshda Alleluieva, la mujer de Stalin, y María Ignatievna Glyasser, las cuales anotaban, especialmente la primera, todos los estados de ánimo del gran señor del Kremlin y de la revolución. Lydia Fotieva escribía en su Diario impresiones como estas. "Me parece verle bien y alegre, sólo algo más pálido que antes. Habla despacio gesticulando con la mano izquierda mientras mueve los dedos de la derecha. No lleva compresa en la cabeza". Es el año en que Lenin, gravemente enfermo, necesitaba a su lado comprensión y amor. Sólo una mujer podía expresar este cariño que Lenin necesitaba tanto para poder vivir

Hay pues lagunas muy importantes ya que, entre otras cosas, no dice nada de los años dramáticos que van desde 1921 a 1923 y que resultan decisivos tanto para Lenin como para el futuro de la revolución. Semidestruido por la enfermedad, Lenin no puede actuar. Se siente culpable ante el pueblo del curso tomado por el partido, de su burocratización. De la actitud de muchos cuadros del partido y en particular de Stalin ante el curso de la joven revolución, y concretamente frente a problemas generales como el de Georgia o cotidianos como el de la opresión de la mujer. Una ofensa de Stalin a Nadja, puso las relaciones entre el futuro dictador y Lenin al borde de la ruptura total. Ella pues, había sido una testigo de excepción del "último combate de Lenin", y ulteriormente formaría parte de la Oposición de Izquierda, en defensa de la democracia en el partido y en la Internacional Comunista. En 1924, Nadja insistió vehementemente para que el Testamento de Lenin fuera divulgado y criticó su iconización: "No permitáis que vuestro luto por IIlich adopte formas de reverencias externas hacia su. persona", y añadió: "No construyáis monumentos, no deis su nombre a los palacios, no celebréis ceremonia alguna en su memoria.¡El daba tan poca importancia a todo ello, le pesaba tanto! Recordad la pobreza (...) que aún subsiste en el país. Si queréis honrar la memoria de Vladimir llIich, construid guarderías, jardines de infancia, viviendas, escuelas, bibliotecas, centros médicos, hospitales, asilos para mutilados, pero, sobre todo, pongamos en práctica sus principios".

Si alguien conocía bien a Stalin era, tal vez, Nadeshda Krupskaya. Ella sabía todo lo que ha podido hacer junto a su marido por la revolución, pero huele perfectamente todo lo que hay de dictador en Stalin. Sabe que sí muere Lenin y se queda Stalin quedará todo lo que ellos representan en la oscuridad y la revolución se desvirtuará. Hay un episodio poco conocido que demuestra quién era Lenin y quién era Stalin, y Nadezha Krupskaya fue la Ariadna que condujo los hilos del desenlace.

Se le atribuye a la Krupskaya otra maniobra allá por diciembre de 1923. Comprende lo que será la sucesión de Lenin en manos de Stalin y, tal vez, es ella la que realiza la aproximación entre Lenin y Trotsky. El 21 de diciembre de 1923 le escribe ella esta carta a Trotsky: "León Davidovitch, hoy el profesor Foerster ha permitido que Vladimir Ilich dictase una carta, y Vladimir me ha dictado lo que sigue para usted: "Camarada Trotsky. Parece que hemos conseguido tomar la posición sin un solo disparo, mediante una sencilla maniobra. Le propongo que no nos detengamos y continuemos el ataque... N. Lenin". Vladimir Ilich pide también que comunique usted por teléfono su respuesta. N. Krupskaya Ulianova".

La "sencilla maniobra" era impedir que el poder pasara a Stalin, arrebatarle los cargos directivos que Lenin había puesto en sus manos. Pero Stalin se entera. ¿ Quién filtró la carta, tan secreta? ¿Fue Nadezha Alliluevna, secretaria de Lenin que, más tarde, sería la mujer de Stalin? Podemos afirmar que así fue. Lo cierto es que Stalin sí sabía quién había sido el autor de la maniobra y llamó por teléfono a la Krupskaya para insultarla en términos tan brutales que se sintió indefensa y sorprendida por los resortes del espionaje de Stalin. Sin atreverse a decírselo a su marido, comprendió que debía recurrir a los viejos revolucionarios para defenderse y le escribió a Kamenev -siempre el recurso de Kamenev- esta impresionante carta:

"Leo Borovich: A causa de una breve carta que escribí según las palabras que me dictaba Vladimir Ilich, con permiso de los médicos, Stalin se permitió ayer un rudo estallido dirigido contra mí. No empecé ayer a pertenecer al partido. Durante todos estos treinta años, jamás escuché de un camarada una palabra grosera. Los asuntos del partido y de Ilich no me son menos caros de lo que puedan serIo a Stalin. En los momentos actuales necesito el autodominio al máximo. De lo que se pueda y de lo que no se pueda hablar con Ilich lo sé mejor que ningún médico, porque sé qué es lo que le pone nervioso y, lo que no le pone; en todo caso, lo sé mejor que Stalin. Me dirijo a usted y a Gregory (Zinoviev), como camaradas mucho más íntimos de Vladimir Ilich y les ruego que me protejan de toda grosera intromisión en mi vida privada y de invectivas y amenazas soeces. No abrigo ninguna duda respecto a cuál será la decisión unánime de la Comisión de Control, con la que Stalin considera adecuado amenazarme; sin embargo, no tengo energías ni tiempo que perder en esta estúpida querella. Soy un ser viviente, y tengo los nervios excitados hasta el máximo. N. Krupskaya."

Dadas las circunstancias en que se escribió su libro, Nadeshda no esboza sino una imagen relativa e incompleta de las preocupaciones de Lenin. Pasa en silencio, particularmente, de los años dramáticos de 1921 a 1923, los temores de Lenin sobre el porvenir de la revolución, sus juicios acerca de sus colaboradores. Sin embargo, Krupskaya estaba más que nadie al corriente de las últimas voluntades del fundador del Estado soviético. Trató, sin lograrlo, de estar a la altura de la penosa tarea de ejecutora testamentaria. Quiso dar lectura al famoso Testamento de Lenin en el XIII Congreso del partido, pero el comité central, por 30 votos contra 10, se opuso. Por disciplina ella se conformó con esta decisión. De hecho la desorientaron sus viejos amigos Zinoviev y Kamenev, de los que no comprendía el sutil juego de alianza que mantenían con su enemigo Stalin.

Cuando se hundió la tendencia encabezada por Zinoviev y Kamenev con la que más se identificaba, Nadja se hundió también. Se dedicó totalmente a la edición de las obras completas de Lenin y a escribir sus memorias. Entonces fue utilizada, como su amiga Clara Zetkin, para actos propagandísticos y honoríficos, accedió al CC y fue nombrada comisaria adjunta para la instrucción.

A la muerte de Lenin, ella permaneció como el foco que reunía en torno a él a los viejos revolucionarios del exilio que comenzaron a sufrir en Rusia el exilio interior impuesto por la dictadura de Stalin. Después de haberse unido en 1925-26 a la oposición dirigida por Zinoviev, Krupskaya cedió al temor de ver hundirse la obra de Lenin, de ver su partido desgarrado por luchas intestinas y capituló ante Stalin por fidelidad al mito de la disciplina, de la que estaba saturada. Fue entonces relegada al papel ingrato y puramente figurativo de viuda de Lenin, viendo cómo se le atribuían puestos honoríficos, secundarios: En 1927, la eligieron miembro en el comité central y en 1929 fue nombrada comisaria adjunta para Instrucción Pública de la RSFSR. Se consagró a las investigaciones pedagógicas que siempre la apasionaron, a la redacción de su libro sobre Lenin, y a la edición de las obras de éste. Antaño se había quejado a Lenin de las brutalidades de Stalin y supo entonces que sus temores eran compartidos; .sin embargo Stalin logró obtener su sanción moral, que se tradujo en las declaraciones que hizo a favor de éste. Fue la testigo impotente de la liquidación de toda la vieja guardia bolchevique, de sus amigos en esos años difíciles de la fundación del bolchevismo en el exilio.

Cuando se iniciaron los grandes procesos para la liquidación de esta vieja guardia, una de las primeras en desaparecer, sí bien parece ser que fue cierto lo del suicidio, fue la mujer de Stalin que había sido secretaria de Lenin y pertenecía a aquella pequeña y estricta corte que rodeó a la viuda de Lenin. La última en morir fue Nadezha Krupskaya, en 1939, un día después de que cumpliera los 70 años de edad. Se rumoreó, por aquellos mismos que frecuentaban su casa y mantenían con ella el fuego sagrado de los viejos recuerdos, que había sido envenenada por Stalin. Si así fuera, hubiera sido la última figura de la revolución que cerraba el ciclo de las depuraciones estalinianas. Ya no quedaba nada del pasado. Murió en 1939.

Notas

(1) En aquella época era usual añadir el término a cualquier obra, así Stalin presentaba sus libros como "fundamentos", "cuestiones", etc., del leninismo y en un primer momento algo similar, aunque en mucho menor grado, hicieron Kamenev, Zinoviev y Bujarin, sobre esta cuestión me remito a mi artículo aparecido en la Webb de L´Espai Marx: La configuración inicial del “trotskismo”.

(2) Hay un buen número de anécdotas que confirman esta modestia de Lenin. Durante 1917, cuando un eserista de izquierda comenzó en el soviet de Petrogrado a hacer una exaltación suya, su comentario fue: ¡Vaya, ya vuelven con las calumnias!. John Red explicó en uno de sus trabajos, como él y otros intentaron sacarle en hombros en el tercer Congreso de la IC y el enfado con que respondió Lenin. En otra ocasión empleó toda su influencia para impedir la publicación de un articulo en Correspondencia Internacional, por considerarlo excesivamente halagador. Cabe pensar lo que habría pensado al ver una cita suya empleada como una suerte de canon bíblico.

(3) Existen dos ediciones complementarias de esta obra y con diferente titulación: Mi vida con Lenin, (Madrágora, Barcelona, 1976) que llega hasta 1917 y Recuerdo de Lenin(Fontamara, idem), que sólo alcanza hasta 1907, pero que contiene varios apéndices de artículos de Krupskaya sobre Lenin no incluidos por Madrágora. La editorial madrileña Nueva Cultura editó en 1978, La educación comunista, con diversos trabajos sobre Lenin, y con prólogo de Jaume Carbonell, en tanto que Icaria (Barcelona, 1978) incluye varios textos pedagógicos suyos en la antología La Internacional Comunista y la escuela, en el que también participa entre otros Anatoly V. Lunacharski. A señalar además Krupskaya, una biografía suya obra conjunta de Clara Mashatakova y de Lñudmilla Kunéstkaya, aparecida en castellano en la Editorial Progreso, Moscú, 1979. Sobre el rigor de las autoras con relación a los temas políticos baste señalar que con relación al tema del Testamento de Lenin se limita a anotar: “Señalaba la actitud “no bolchevique” adoptada por Trotsky” (p. 348). En cuanto a Stalin, parece que no existió.

 

Pepe Gutiérrez-Álvarez (Para Kaos en la Red) 13.01.2007